martes, 17 de marzo de 2009

sexualidad infantil


Los infantes no son ángeles sino niños y niñas con un cuerpo que posee las marcas de una sexualidad que les provee de identidad para toda la vida. Sexuados y viviendo una realidad infantil, lo que equivale a decir, con características, dimensiones, tiempos, espacios y principios propios, lo cual los diferencia de manera radical de los adultos. Cuando se habla de sexualidad infantil, no es dable tomar como punto de referencia o de comparación lo que acontece con los adultos, hacerlo implicaría violentar la vida de los pequeños y pervertirlos. El deseo y el placer son los primeros elementos cuya presencia da cuenta de la sexualidad. En el niño, el placer aparece casi de forma inmediata a su nacimiento y se hace evidente en su relación con el seno materno. Para comprender la relación del recién nacido con el seno de la mamá y con otras las experiencias placenteras que ella provoca, es necesario recordar que el ser humano no se encuentra regido por un sistema instintivo que, de manera ciega y necesaria, gobierne su vida y determine su comportamiento. Los instintos pertenecen a los animales, lo cual hace que se hallen dominados por el principio la necesidad y su satisfacción. La necesidad se satisface con un objeto determinado y propio, como el hambre con la comida o la sed con el bebida.En el ser humano, el lugar de los instintos se halla ocupado por una compleja estructura de orden cultural constituida por el deseo y por las pulsiones. El deseo es búsqueda de objetos que producen placer y que, inclusive, pueden terminar en experiencias gozosas. El deseo nunca se satisface de manera absoluta; por el contrario, siempre queda insatisfecho como un requisito para seguir deseando y buscando. La pulsión es fuerza, empuje que moviliza al sujeto en pos del objeto de sus deseos. Este objeto, en numerosas circunstancias, puede ser sublimado a través del arte en cualquiera de sus expresiones, del deporte, el estudio, la profesión.Al poco tiempo de nacido, el niño ya no busca el seno tan sólo porque tiene hambre, sino porque allí encuentra a la madre, su voz, su calor, la seguridad básica que ella le ofrece, esas primeras certezas indispensables para vivir.

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